Con el calor apretando cosa mala, no es plan de meterse a probar juegos que requieran mucha atención o "esfuerzo"; y ahora que Dead Cells está oficialmente a la venta, y para dejar reposar otro juego que exige cada parte de mí (cuyo análisis tendréis por aquí en unos días), qué mejor que probar Deiland, un juego que sale hoy en Steam seis meses después de su lanzamiento en PS4 y que, ya os advertimos, tiene sus cosillas (sobre todo si consideramos los 15€ que vale).
Arco, un niño nacido del fragmento de un cristal mágico, es el único habitante de Deiland, un diminuto planeta cuyo núcleo es una versión completa de ese cristal. Y entre cultivo y cultivo, construcción y construcción, visita y visita, irá descubriendo que su existencia es vital para el futuro de otros planetas como el suyo.
El pilar fundamental de Deiland es, evidentemente, la gestión de recursos, principalmente cultivos, piedra y madera; y si bien no es especialmente complejo (no en vano, viene de ser un juego infantil), en los primeros compases de la aventura la madera tenderá a escasear. Eso sí, llegará el momento en que plantemos y piquemos por vicio (o por ser muy completista con los logros). ¿Y qué hacer con los recursos? Usarlos en beneficio propio (construir pozos y hogueras, cocinar, hacer pociones y armas), o vendérselos a los visitantes.
Mi reino por un kebap. |
Estos visitantes tendrán diferentes misiones para nosotros, y son el principal problema que le encuentro al título: primero, porque algunas misiones llegan mucho antes de poder hacerlas (frenando en seco tu progreso) o mucho después (con lo cual el posible reto es nulo); y segundo, los tiempos entre sus visitas se alargan en exceso (y sólo a dos de los visitantes podrás llamarlos), por lo que muchas veces te encontrarás con misiones que puedes entregar, visitantes que no llegan, y un rato muerto que tendrás que rellenar haciendo cosas que igual no te rentan. Una forma artificial y tediosa de alargar la jugabilidad.
Y de cortar el ritmo de una historia que tampoco queda claro hacia dónde quiere ir. Sí, hay un villano misterioso; sí, hay peleas con monstruos (muy simples); sí, hay cierto componente de que Arco es el centro de todo... pero nunca llega a verse del todo bien, y la conclusión, por llamarla de alguna manera, no es tan satisfactoria como uno esperaría.
Y de cortar el ritmo de una historia que tampoco queda claro hacia dónde quiere ir. Sí, hay un villano misterioso; sí, hay peleas con monstruos (muy simples); sí, hay cierto componente de que Arco es el centro de todo... pero nunca llega a verse del todo bien, y la conclusión, por llamarla de alguna manera, no es tan satisfactoria como uno esperaría.
Creo que a Arco no le convence su vida... |
Y hablando de esperas, pese a tener mecánica de sueño (Arco necesita dormir para descansar, como todo el mundo), el tiempo no pasa: sí, hay ciclo día/noche, pero si a tu plantación de sandías le faltan diez minutos para germinar, cuando te despiertes le seguirá faltando lo mismo, algo que carece de lógica. Bien es cierto que Arco aguanta bastante sin dormir (¿tendrá una plantación secreta de sustancias cuestionables?), pero resulta un poco contradictorio.
Lo bueno es que esos tiempos pueden acortarse con una mecánica que me parece curiosísima y muy lograda: Arco puede controlar la rotación de Deiland y el movimiento de las nubes de lluvia. Porque el agua es vital para las plantaciones de nuestro joven protagonista... hasta que entran los rayos, te arruinan la cosecha de calabazas, y ya no te parece tan bonito.
La verdad, no puedo (ni quiero) decir nada más: es un juego hermosísimo en lo visual, con carencias jugables que lastran la experiencia. Igual para esos ratos muertos en los que no apetece otra cosa está bien, rebajilla mediante (más teniendo en cuenta que lleva desde principios de año en PS4, y esto no deja de ser un port).
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