Y otra cuenta saldada más. Porque uno de los problemas de no haber catado una consola de sobremesa (más allá de la PS2 años ha, y las pachangas semanales al FIFA de turno con la redacción ahora mismo) y abrazar la PC Master Race flojito es que uno se pierde según qué juegos; por ejemplo, las aventuras de cierto dragón morado con complejo de Tío Gilito y una preocupante querencia por saber volar sólo a ratos. Así pues, cubierto este vacío videojueguil de mi infancia, al lío con el análisis.
(Nota: Como ya hicimos con Crash Bandicoot N Sane Trilogy, analizaremos los tres juegos como si fueran uno solo; además, será un análisis junto con Schatz, y hablaremos tanto de su versión en PC como de la de Switch)
Éste es el Spyro de siempre, pero con sombrero nuevo. Un sombrero que, según cuál de las tres entregas toquemos, le quedará bien aunque con sus peros, o darán ganas de pegarle fuego y arrojar los restos al hediondo pozo infernal del que jamás debería haber salido. Y el primer problema es un control (tosco en general) y una cámara (demasiado pegada al protagonista, y con cierto lag a la hora de seguirlo en quiebros y saltos) a los que te acostumbras a base de frustración y esfuerzo, pero que distan mucho de ser los idóneos. El control se lleva la palma en los niveles de vuelo por su sensibilidad (no ajustable por medios ortodoxos): girar a Spyro o hacerle caer en picado será pan comido, pero hacerle coger altura será un suplicio. Y dicho problema es extensible a los niveles acuáticos de sus dos secuelas (STOP NIVELES ACUÁTICOS).
Las cosas como son, el juego es LO BONITOST. |
Esto como crítica general a los tres juegos: entrando ya en el terreno particular, el primero, aun siendo el más sencillo y el más simple, es el más pulido, a menos a nuestro parecer. La tarea es sencilla: recorres diversos mundos liberando a los dragones petrificados que nos iremos encontrando, hasta llegar a Gnasty Gnorc y pegarle tremenda paliza. También podremos recoger gemas, rescatar huevos de dragón en ciertos niveles, y superar desafíos de habilidad para desbloquear la galería de bocetos (todo ello si queremos sacarnos el 100% del juego, eso sí).
Lo que más llama la atención de esta primera entrega es que no hay dos dragones iguales. Todos tienen un estilo propio y son, en su mayoría, la mar de carismáticos. Además funcionan como punto de control, y de vez en cuando nos darán pistas útiles sobre cómo conseguir x cofres o cómo derrotar a x enemigos (también los hay que te explican cómo planear cuando llevas haciéndolo tres horas, pero suponemos que es cosa de la petrificación, que los deja tocaos).
'Píntame como a una de tus lagartas francesas' |
Y entonces llegamos a la segunda entrega, y si bien la cosa pinta bien de primeras, pronto se vuelve perturbadora y cansina. Y se extiende hasta la tercera. Para empezar, los personajes son... excesivamente peculiares. Hablamos de animales antropomorfos que ya a primera vista caen mal. Son los típicos personajes de serie infantil estilo Patrulla Canina: hablan como la Patrulla Canina, se comportan como la Patrulla Canina, son como la Patrulla Canina. El tema es que, incluso entendiendo que el público objetivo de un juego como Spyro es infantil, resulta ser excesivamente infantil.
No sólo la historia principal, sino también la inmensa mayoría de los mundos. Porque ya no son niveles que uno recorre buscando dragones, sino sitios con su propia intrahistoria. Historias de opresores y oprimidos, agresores y agredidos, buenos y malos. Aunque en ocasiones los buenos parecen peores que los malos, o los malos son buenos en otro lado. Historias que no cuentan nada ni dan sentido a nada, y que además reducen el nivel al absurdo; en lugar de buscar dragones (o esferas en el segundo, o huevos en el tercero) da un "objetivo" al nivel, que por lo general es tan tonto como avanzar. "¡Señor Spyro! ¡Ayúdenos a poner en marcha la central energética!" -Spyro avanza por el escenario y no hace nada ni medianamente relacionado (ni tocar una palanca o pulsar un botón. Nada). "¡Oh, gracias, ya se ha arreglado!" Y ahí ya te salen un par de opciones más para conseguir más esferas si quieres o no. Y uno nunca quiere, pero lo hace porque las necesita para avanzar.
Y uno no quiere porque los odia, los odia a muerte a todos. Especialmente a sus amigos. Porque una cosa es que el primer hijodepu... que te cruces sólo te dé lo que quieres si le haces unos favores tontos. Pero que tu amigo furro guepardo te obligue a jugar al patinete para devolverte los huevos de dragón a punto de eclosionar que sabe que estás buscando es de ser un psicópata asqueroso, y no entiendo cómo Spyro no le atraviesa de lado a lado con los cuernos de una embestida. Entre ése y el oso burgués que te cobra hasta por respirar...
En cuanto a los oprimidos, se libran porque el nivel de odiosidad ya está alto en Mundofurro, pero tampoco nos caen muy allá. Sin ir mas lejos, los huevos de dragón que tienes que recuperar en la tercera entrega eclosionan en cuanto los coges y salen unas criaturas odiosas a las que sólo ves unos segundos: los suficientes para ver que son insoportables y que el futuro de la raza está seriamente comprometido, y que además están repetidos múltiples veces en lo que sólo puede explicarse como vaguería o una preocupante endogamia draconiana.
En lo audiovisual, nada que alegar: los diseños son chulísimos (incluso los de Villafurro), la banda sonora acompaña a la perfección, y el doblaje es por lo general bastante bueno (si bien en el primero se repiten bastantes voces de dragones).
En resumidas cuentas, con Spyro Reignited Trilogy todo va bien mientras se trata de despetrificar dragones, pero se tuerce en cuanto se meten de por medio los furros, abominables criaturas que se aprovechan de tu desesperación para que les hagas recados generalmente incomprensibles. Cuántos niños habrán quedado traumatizados al ver cómo una foca te chantajeaba con no devolverte un bebe dragón a cambio de poner una bomba en un castillo.
No sólo la historia principal, sino también la inmensa mayoría de los mundos. Porque ya no son niveles que uno recorre buscando dragones, sino sitios con su propia intrahistoria. Historias de opresores y oprimidos, agresores y agredidos, buenos y malos. Aunque en ocasiones los buenos parecen peores que los malos, o los malos son buenos en otro lado. Historias que no cuentan nada ni dan sentido a nada, y que además reducen el nivel al absurdo; en lugar de buscar dragones (o esferas en el segundo, o huevos en el tercero) da un "objetivo" al nivel, que por lo general es tan tonto como avanzar. "¡Señor Spyro! ¡Ayúdenos a poner en marcha la central energética!" -Spyro avanza por el escenario y no hace nada ni medianamente relacionado (ni tocar una palanca o pulsar un botón. Nada). "¡Oh, gracias, ya se ha arreglado!" Y ahí ya te salen un par de opciones más para conseguir más esferas si quieres o no. Y uno nunca quiere, pero lo hace porque las necesita para avanzar.
La Patrulla Canina: Unidad de Chantaje Emocional y Extorsión |
Y uno no quiere porque los odia, los odia a muerte a todos. Especialmente a sus amigos. Porque una cosa es que el primer hijodepu... que te cruces sólo te dé lo que quieres si le haces unos favores tontos. Pero que tu amigo furro guepardo te obligue a jugar al patinete para devolverte los huevos de dragón a punto de eclosionar que sabe que estás buscando es de ser un psicópata asqueroso, y no entiendo cómo Spyro no le atraviesa de lado a lado con los cuernos de una embestida. Entre ése y el oso burgués que te cobra hasta por respirar...
En cuanto a los oprimidos, se libran porque el nivel de odiosidad ya está alto en Mundofurro, pero tampoco nos caen muy allá. Sin ir mas lejos, los huevos de dragón que tienes que recuperar en la tercera entrega eclosionan en cuanto los coges y salen unas criaturas odiosas a las que sólo ves unos segundos: los suficientes para ver que son insoportables y que el futuro de la raza está seriamente comprometido, y que además están repetidos múltiples veces en lo que sólo puede explicarse como vaguería o una preocupante endogamia draconiana.
En lo audiovisual, nada que alegar: los diseños son chulísimos (incluso los de Villafurro), la banda sonora acompaña a la perfección, y el doblaje es por lo general bastante bueno (si bien en el primero se repiten bastantes voces de dragones).
En resumidas cuentas, con Spyro Reignited Trilogy todo va bien mientras se trata de despetrificar dragones, pero se tuerce en cuanto se meten de por medio los furros, abominables criaturas que se aprovechan de tu desesperación para que les hagas recados generalmente incomprensibles. Cuántos niños habrán quedado traumatizados al ver cómo una foca te chantajeaba con no devolverte un bebe dragón a cambio de poner una bomba en un castillo.
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