Pues ya tenemos Switch Pro, la que queríais, la que esperabais, el necesario rediseño de una consola que ya nació con hardware inferior al óptimo para su época. Ah no, esperad, que estamos hablando de Nintendo. Más aún, estamos hablando de la Nueva Nintendo, la que se ríe de sus usuarios y desprecia, más si cabe, los mecanismos más básicos de la razón.
Y es que, ya lo veis, la Nintendo Switch Olé, u OLED, o como queramos referirnos a ella es lo que nos ha arrojado la gran N como si de gusanitos a unos hambrientos patos se tratase. Supongo que esperaban la misma reacción de sus usuarios que de las citadas aves y, de momento, se han llevado un chasco. Bien es cierto que el usuario promedio de la casa del fontanero (entre los que nos incluimos, claro está) ha tendido a aceptar cualquier cosa, yendo esa misma tarde a la tienda a reservar el nuevo producto, por mucho que apestase desde lejos. Pero es posible que se esté acabando hasta esa magia por culpa del maltrato continuado a su comunidad.
Personalmente opino que esta Switch OLED es una reculada, es la recogida de cable por los comentarios sobre una Nintendo Switch Pro que no se acercaba a lo que es necesario actualmente. Un plan B para aprovechar el nuevo diseño externo, junto a un par de cambios menores, para subirle el precio a una Switch que hace tiempo que pide tierra.
Pero ¿qué es lo que cambia? Pues fundamentalmente lo que hemos comentado, un nuevo diseño, más Apple, de la híbrida de Nintendo, que ahora apuesta por el blanco como color principal. Una pantalla OLED de 7 pulgadas (algo mayor que la anterior, aprovechando los marcos) pero que mantiene la resolución, con lo de, de facto, se pierde nitidez, junto con añadir problemas asociados al propio panel OLED, como es el riesgo de que se queme la pantalla si no se tiene cuidado. También mejora los altavoces en modo portatil, como si no se usasen cascos, en general, y una pestaña trasera con un mayor tamaño y más posiciones. Por supuesto los joy-con serán los mismos, no vayamos a solucionar el drift.
Ah si, y un aumento en la cantidad de memoria interna que la iguala a... los móviles de hace 4-6 años. Unos míseros 64 Gb, a todas luces insuficientes a poco que instales un par de juegos grandes. El Tegra que da vida a la consola sigue siendo el de 2014, porque ya tenía unos años cuando lo montaron en la Switch primigenia. Atrás queda el rumoreado DLSS para televisores 4K, que no solucionaba las carencias de la consola pero a mucha gente le servía de excusa para cambiar.
Todo esto por unos alucinantes 350 €, un precio más elevado que el modelo actual, que sigue valiendo igual que en su lanzamiento, y que es demasiado próximo al coste de la nueva generación de la competencia como para, siquiera, tomarlo en serio. ¿Quizá por eso la han mostrado con vergüenza?
¿Compraré esta revisión? No. Quizá podría llegar dentro de unos años, de saldo, por el coleccionismo traicionero, pero de momento, si queréis, o tenéis que cambiar vuestras Switch, yo os recomendaría la lite, más manejable, si la usáis en modo portatil, o el modelo actual si la echufais a la TV. Switch necesita autenticas mejoras, una nueva iteración que permita a los juegos brillar como merecen. No se si esto acercará o alejará una nueva generación, sólo podemos esperar, pero yo apostaría que aleja la posibilidad de una "Pro" y acerca un poco (quizá en 2 años) la sucesora. Lo veremos.
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