Cuando hablamos de los simuladores de paseo la mayoría de las ocasiones se nos va la mente a historias más o menos felices y de tono amable, que si bien ocultan muchas veces historias de superación, suelen dejar un sabor agradable (aunque un tanto vacío, según el caso). Tal vez por eso nos llamó la atención Welcome to Elk, que entre otras parecía no tener el filtro happy que envuelve a otras obras.
Que nadie se deje engañar por su estética, parecida aunque con notables diferencias a juegos del palo como A short hike. Cierto que los colores pastel tan de moda entre los indies de los últimos años tienden a darle un aspecto más infantil, junto con el grueso trazo de los escenarios en blanco a lo libro de colorear y el movimiento ortopédico de los personajes (semejante a muñecos de papel infantiles con articulaciones de corchetes), pero las historias que se cuentan no son aptas para menores.
Encarnamos a Frigg, una muchacha que llega en barco hasta Elk donde se propone comenzar una nueva vida trabajando en un taller. El tema es que para tratarse de una isla de poco más de una docena de habitantes, en Elk pasan una cantidad de cosas que de una forma u otra impiden que Frigg pueda desarrollarse profesionalmente. Junto con el elevado consumo per-capita de bebidas alcohólicas y la propensión de Frigg a tener extraños sueños, la aventura puede resumirse en la dinámica desgracia-bebida-sueño un día tras otro.
Lo que ocurre en Elk viene a ser lo que se da en cualquier grupo humano pequeño apartado del resto de la sociedad y en condiciones adversas. Se desarrollan una serie de peculiaridades propias de ese sitio y admitidas de forma general por sus habitantes, al tiempo que surgen las facetas más extremas de la condición humana. Dicho de otra forma, hay un montón de tipos raros que son buena gente y algunos que tal vez no sean tan raros pero que son gentuza.
En este ambiente enrarecido en el que uno no puede escapar de quien no le cae bien es donde se desarrollan una serie de vidas que, en los días en que llega Frigg, resumen decenas de situaciones reales de personas que han vivido en el duro norte. Las historias que se cuentan aquí tanto visualmente como por textos o incluso entrevistas (cómo hila todo es una de las gracias del juego) son situaciones no ya cotidianas sino solamente posibles, y sobre todo, reales. No todas son trágicas, pero pocas o ninguna son realmente felices, no ya porque no las haya sino porque entendemos que no era lo que buscaba el juego.
El mapa es realmente reducido, se recorre en apenas un par de minutos y aunque cuenta con algunos elementos interactivos no busca una exploración de parte del jugador sino llevarlo de la mano de personaje en personaje. Cada uno tiene su historia y su personalidad, y desde el primero al último todos resultan igual de importantes, por lo que si bien en la primera fiesta tal vez nos hagamos un lio con los nombres, acabaremos por conocerlos a todos a lo largo de las tres horas aproximadamente que dura el juego.
En cada día/historia/capítulo encontraremos además un par de minijuegos relacionados que no tienen solución acertada o errónea, pese a lo cual resultan interesantes en la mayoría de los casos. Además, a lo largo de toda la aventura encontraremos una bonita banda sonora que nos acompaña con un toque algo melancólico bastante penetrante.
Welcome to Elk es un juego extraño en cuanto a cómo cuenta las cosas, pero hay que entenderlo como un nexo entre las distintas historias que cuenta. Les da una forma, lo envuelve en un atractivo videojuego, e introduce elementos peculiares para romper la cuarta pared y que recordemos dónde estamos. En un género tan poco llamativo ni abierto a innovaciones como el que es, Welcome to Elk consigue ser una obra reseñable.
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