Y llegamos al cierre de la saga tal y como la conocíamos. Kratos, el espartano que dio su alma a Ares, el mortal que mató al propio dios de la guerra a petición del Olimpo para huir de los fantasmas de su pasado, el dios que acabó enfrentado a los dioses, ahora se ha aliado con los titanes, y el panteón griego es lo único que se interpone en su camino.
Nuestro espartano favorito, llevado por las típicas rencillas familiares, y opositando una vez más a ser ídolo de masas entre el público ateo, se planta en el Olimpo a lomos de Gaia, se ventila al primer diosecillo que se cruza (un tal Poseidón), y cuando está a punto de enfrentarse con Zeus, la madre de los titanes decide salvar su propio pellejo y que ya si eso se encarga ella sola de seguir con la revolución. Así que Kratos acaba (oh, sorpresa), en el Inframundo, despojado de poderes y armas (salvo el Vellocino), y con un cabreo importante. Por suerte, cierto giro del destino hace que vuelva a conseguir sus queridas Espadas del Caos de Atenea del Exilio, y un objetivo claro: acabar con todo lo que se mueva... o puede que no con todo.
Como ocurría en la segunda entrega, las "nuevas" espadas de Kratos mantienen los combos habituales, y los masillas que sufren esos golpes son los habituales también (a excepción de la quimera, un minijefe con tres fases que es un acierto en toda regla). ¿Es que no ofrece nada nuevo (aparte del obvio, lógico y apabullante remozado de los gráficos)? De hecho, sí: en la anterior aventura, Kratos podía alternar diferentes armas y magias; en ésta, la magia viene incorporada en todas las armas, simplificando el sistema y haciéndolo más atractivo. Sin ir más lejos, y para no entrar en spoilers innecesarios, las Espadas del Exilio invocan al Ejército de Esparta, una falange de guerreros caídos que protegerá a Kratos con sus escudos y lanzas. Como viene siendo costumbre, todas las armas pueden (y deben) mejorarse con orbes rojos que aumentarán su daño, sus combos, y la intensidad de su poder mágico; también seguirán ahí las mejoras de salud/maná vía ojos de gorgona/plumas de fénix, y los coleccionables ocultos para empezar futuras partidas con ventajas.
Un God of War no es tal si no empieza con un jefarráncano. |
Estas armas las conseguiremos derrotando al jefazo de turno. Y aquí viene uno de los peros (quizás el único) de esta entrega: veníamos de un God of War 2 con un jefe en cada esquina, y tal vez eso nos malacostumbró, ya que aquí nos falta panteón. ¿Dónde están Apolo y Ártemis? Sabemos que existen en el universo de la saga porque o bien han hecho acto de presencia (Ártemis le da su espada a Kratos en el Templo de Pandora), o por otras referencias (el Arco de Apolo), y no nos negaréis que una batalla contra ambos flechadores no habría estado bien. Aunque, para qué negarlo, lo que realmente echamos de menos es una competición de beber contra Dioniso.
Y ya que estamos con los jefes, la gente de Santa Monica se vuelve a lucir, consiguiendo las peleas finales más épicas y bestias de la saga. Cada uno de los mostrencos a los que nos enfrentamos hace uso de sus atributos (divinos, no sexuales) para ponernos las cosas difíciles; al final del combate, además de ver las consecuencias para el mundo de la pérdida de un dios, seremos premiados con las armas características del dios de turno, como dijimos antes (o con algún objeto con propiedades específicas... y si estáis pensando en una cabeza, habéis acertado), y los QTE sanguinolentos marca de la casa. Y esta vez son MUY sanguinolentos. Se ve que Kratos estaba ya para pocas...
Jamás pulsar dos sticks fue tan doloroso. |
Y esa virulencia es gracias a un apartado gráfico de los de quitarse el sombrero: donde en anteriores entregas veíamos un chorro de píxeles rojos y poco más, aquí veremos intestinos desparramados, sesos destrozados, u ojos ciclópeos arrancados de cuajo con una sola mano. Y eso sólo con los masillas: en los jefes finales la casquería haría llorar de felicidad a Michael Myers. Cómo no, la banda sonora no se queda atrás, siendo la mejor de la saga, y un aliado infalible en lo que a venirse arriba se refiere.
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