Queremos seguir exprimiendo poco a poco el catálogo de Twitch Prime, que para algo os damos el aviso todos los meses. Tenemos varios instalados, pero uno de los primeros que hemos querido probar a sido Pikuniku, el juego de moda entre streamers.
Pikuniku es un juego simple tanto en mecánicas como en estética, pero eso no quiere decir que no nos guste. Encarnamos a La Bestia, un ser terrorífico surgido de las entrañas de la tierra que se dedica a sembrar el caos entre los pobres aldeanos de un pueblo en el que cae dinero del cielo hasta que finalmente consiguen encarcelarlo. No obstante, La Bestia consigue convencer a los rechonchos pueblerinos de que, pese a la apariencia de ser diabólico de mirada despiadada que tiene nuestro bacilo con patas, no es malo y estos lo dejan libre para que disfrute de la vida.
Nuestro paseo por el pueblo (y por otros que nos encontraremos) nos permitirá hablar con la gente, hacer compras, jugar a distintos minijuegos, reparar tostadoras, patear piedras y recoger trofeos. El atractivo jugable de Pikuniku está en parte en como nos movemos por el mundo. Las extrañas piernas de La Bestia se encogen y estiran en función del escenario, sin que nosotros tengamos que hacer nada más que movernos, saltar y dar patadas.
Eso será más que suficiente para avanzar por unos escenarios plataformeros no demasiado complicados pero que si esconden algún que otro secreto que incluso nos permite darle una vuelta una vez que hemos acabado la historia principal. Esta no es que tenga una gran profundidad, pero cumple de sobra con el cometido de entretenernos un par de horas, dejándonos tiempo a la vez para que exploremos los escenarios.
Esa exploración es interesante por varios motivos. Nos permite buscar monedas con las que comprar cosas (gorritos u objetos), nos da la posibilidad de conocer a gente interesante y, sobre todo, nos deja jugar. Porque Pikuniku deja buen sabor de boca en esos momentos en los que uno hace lo que le da la gana y en los que se le proponen distintos minijuegos. El baloncesto de patadas es uno de mis favoritos, pero pintar un cuadro con la cabeza o ayudar a componer un temazo son experiencias que te sacan una sonrisa.
La historia principal, ayudar a la resistencia a detener a un hombre que da dinero gratis así porque sí, también nos permite disfrutar de muchos momentos. Las peleas no son complicadas (nada en el juego lo es, aunque puede que si tengamos que repetir ciertos momentos) y los puzles que implican empujar cosas de un lado para otro no dan mas guerra que el atascar involuntariamente con piedras un pasadizo, pero aún así, o precisamente por eso, resulta muy divertido.
Pikuniku es la conjunción de muchos pequeños aspectos divertidos. El apartado gráfico sencillo que comentábamos al principio es el ideal para presentarnos ese mundo que por un lado resulta absurdo pero por otro no. Detrás de lo cómico de los entrañables personajes se ocultan sus dramas y personalidades, resultando nuestro protagonista el más plano de todos, pese a ser el héroe.
Básicamente, Pikuniku explota las ganas de jugar de la gente, dándoles la oportunidad de introducirse en un mundo más simple, como de juguete, pero con unos problemas de mayor o menor calado que hay que solucionar. Hay que jugarlo sin prisas, disfrutándolo, dando vueltas de un lado para otro y propinando patadas a todo lo que veamos. Es un videojuego para jugar y sentirse cómodo, sin pretensiones. Y precisamente por eso nos ha gustado tanto.
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