Vuelvo a los puzles, mi género amigo. Aunque generalmente suelen ser juegos que compro de forma no premeditada, el que hoy os traigo es uno de esos que había estado en mi lista de deseados durante mucho tiempo hasta que en las últimas rebajas me decidí a hacerme con él. Steam me lo había presentado en una de sus listas a cambio de cromos, y el tráiler me convenció.
Life Goes On es una mezcla entre puzles y plataformas bastante original y graciosa tanto en su idea como en su ejecución. Un rey busca el Santo Grial y manda a sus caballeros a por él. Los valientes soldados se lanzan en su búsqueda, y a lo largo de un gran número de escenarios en distintas áreas conseguiremos llegar a algunos cálices... que resulta que no son el Grial. Y cada intento se paga caro, porque para llegar a cada una de las copas habrá que sacrificar un número de caballeros en las distintas partes del puzle, por lo que al final nuestras tropas quedan muy diezmadas.
Las formas en las que estos muñecos pueden morir van desde el empalamiento en pinchos a destrozados por sierras, carbonizados en fuego, convertidos en bloques de hielo o electrocutados. Cada caso tiene su porqué: el tener un cadáver en los pinchos permite que otros caballeros pasen por encima, el hielo forma unos bloques con los que activar interruptores, y el electrocutarnos permite cerrar circuitos. Existen otras mecánicas de interruptores, puertas y portales, que por sí mismas son fáciles de entender, pero que combinadas todas ellas en un único y gigantesco puzle se acaban volviendo un infierno logístico.
Los puzles son bastante complicadillos, como digo, y no sólo los finales. Inicialmente se nos presentan las mecánicas básicas para resolverlos, pero la complejidad se incrementa notablemente en los posteriores. La curva de dificultad es bastante fuerte, ya que si inicialmente nos atrevemos a intentar conseguir completar el nivel en el menor tiempo y con el menor número de bajas posibles, así como a dejarnos comer por un extraño perro bola que sirve como objetivo adicional, hay un punto donde nos conformaremos con terminarlo sin más.
En este sentido, una de las cosas que peor le sientan a Life Goes On es que la parte de plataformas y la de puzles no están bien integradas. Con esto me refiero a que podremos tener muy claro cómo terminar el nivel con el número mínimo de caballeros, pero no conseguirlo porque las físicas no terminan de funcionar bien. Es relativamente frecuente que para una pared en la que con un único cuerpo abrimos camino entre los pinchos, acabemos empalando al siguiente y al otro por una diferencia de milímetros. Un juego de estas características no debería permitir estas cosas, ya que lastran mucho la experiencia de juego y generan un cansancio importante.
Y es una lástima, porque muchos puzles se alargan, tanto por su complejidad, como por tener que repetir varias veces zonas al morir de formas absurdas. Así, un juego que para mi gusto debería ser corto y con una dificultad media, se transforma en una experiencia demasiado larga (algunos días solamente he podido con un puzle antes de dejarlo). Ojo, no lo digo en plan malo, ya que los rompecabezas desafiantes tienen su público, pero si es cierto que no es lo que uno espera de un juego con ese más que evidente tono humorístico. Por ejemplo, hay algunas misiones (en concreto, las finales de las primeras zonas) que son bastante agradables por ser obligatoriamente rápidas y relativamente sencillas.
En cuanto a esto último, hay varios elementos graciosos. Aparte del propio concepto en sí, iremos desbloqueando armas y gorritos absurdos con función meramente estética. También podemos ver el nombre de cada caballero que mandamos a morir, así como sus hilarantes apodos. Los falsos griales resultan ser la “Copa del dolor de cabeza” o “Copa de color dorado flotante mágica de marca blanca”, o cosas por el estilo. Y en ocasiones se nos muestran fragmentos con un par de frases acerca del ingente número de bajas que estamos sufriendo, valientes cuyos cuerpos acabaremos cargando en un carretillo.
En definitiva, Life Goes On es un desafiante juego de puzles totalmente recomendado para aquéllos que busquen estar pensando un buen rato en cómo resolver el enigma. Sin embargo, esa dificultad me resulta un tanto fuera de lugar para un juego que también quiere ser un plataformas gracioso y divertido. Lanzar a gente virtual a la muerte para alcanzar una copa mágica que no sirve para nada pierde parte de su encanto cuando tienes que pararte un rato para encajar qué circuito va con qué sierra. Los añadidos para darle más vida al juego, como valorar el tiempo, el número de bajas o el objetivo adicional, chocan con lo fácil que es meter la pata en un salto o alguna física.
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