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[Análisis] Amnesia: A Machine for Pigs

Como prometo artículos por encima de mis posibilidades de redactor aficionado, rara vez me faltan juegos sobre los que escribir. Sin embargo, el trastorno obsesivo-compulsivo por ordenar y organizar cosas conduce a que no pueda dejar cosas a medias fácilmente, por lo que si hablando de Amnesia Collection os traigo el análisis de The Dark Descent, tengo que hacer también antes o después el de A Machine for Pigs.


Las semejanzas entre ambos títulos son evidentes. Para empezar, ambos se titulan Amnesia porque nuestro protagonista despierta sin tener prácticamente recuerdos. Mantenemos un estilo de narrativa basado en descubrir una historia mediante notas, cartas y demás (aquí, audios, extrañas llamadas telefónicas, apariciones…). También se mantienen las mecánicas jugables y el, por llamarlo de alguna manera, espíritu del juego.

Lo defino de esta forma tan rebuscada porque no me atrevo a llamarlo ambientación, que aquí es la de una mansión del industrializado Londres de finales del siglo XIX. No tiene nada que ver tampoco la iluminación, mucho menos siniestra; el apartado sonoro, tal vez menos ambiental y más musical; ni la propia tensión que provocaba The Dark Descent. Pero aun así muchas cosas nos lo recuerdan.


Las diferencias son muchas, y aunque hacen de A Machine for Pigs un juego mejor en lo narrativo, lo vuelven una peor obra en el ámbito del terror. Si la oscuridad era una mecánica imprescindible en el primero, aquí no tiene apenas peso (aquello de no tener suficiente aceite para encender el farol ha llegado a su fin). Si los puzles eran complejos y te obligaban a recorrer desesperadamente una gran cantidad de estancias hasta dar con todas las piezas, ahora son fáciles y poco desafiantes para que no pierdas el ritmo. Y si los enemigos eran terroríficos, ahora…

Ahora no son nada. Cierto es que los hombres cerdo son perturbadores, pero no dan miedo por varios motivos. El primero es que, tras haber estado un buen rato paseando por la mansión y viendo apariciones y fenómenos de Iker Jiménez sin peligro ninguno, nos metemos en una zona de confort y seguridad de la que es difícil salir. Y la segunda, y para mí más importante, es que al querer presentarnos a tan curiosos personajes les perdemos totalmente el miedo.


Pensémoslo por un momento. En The Dark Descent no sabíamos en un principio a que nos enfrentábamos. Y desde luego que no daban ganas de quedarse a verlo, sólo los apreciabas de respabilón cuando te daban una buena toña. Pero aquí, cuando te cruzas con ellos por primera vez quieren enseñartelos, quieren decirte “Mira, cuando hablamos de Manpigs nos referimos a esto”. No son algo que te persiga y pueda herirte, sino algo que ves desde la distancia, tras unos barrotes. Puedes pararte cinco minutos delante de sus narices y verlos en toda su miseria.

Ojo, que inofensivos lo que se dice inofensivos no son. A Machine for Pigs incluye muchas de esas zonas en las que tenemos que escondernos, correr o ir de un lado a otro esquivando enemigos, pero cuando sabes exactamente qué es lo que te persigue, le pierdes el miedo. Porque cierto es que no podrás coger una barra de hierro y partírsela en la cabeza, pero sabes que esa cosa que te ataca es pariente cercana de la que genera ese manjar que sujeta un jamonero de madera en tu cocina.


¿Merece la pena entonces? Desde luego. Pero hay que dejar las cosas claras, aquí vamos a disfrutar de una corta historia de miedo, mientras que en Amnesia: The Dark Descent nos sumergíamos en un terrorífico mundo de espanto. Se decidió prescindir de muchas de las cosas que volvían a su precuela tan atractiva a ojos de los amantes del terror para contar una historia más profunda, con lo bueno y con lo malo. Ahí ya cada cual que opine; personalmente, me quedo con el primero.

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