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[Análisis] My Friend Pedro

Al fin llegó el día. Tras mucho tiempo de espera, hemos podido echarle mano a My Friend Pedro, el alocado juego en el que nos abrimos paso a balazo limpio con la ayuda de Pedro, nuestro amigo el plátano. Tal vez fuera por lo bien que pintaba aquello de hacer parkour y vaciarle un cargador en el pecho al masilla de turno a la vez, o tal vez fuera una subida de potasio, pero esperábamos un buen juego. De hecho, Maide y yo lo precompramos para Switch y PC, respectivamente, con toda la intención de viciarnos. Y la verdad ha acabado siendo un tanto descafeinada.


Despertamos en mitad de un almacén, sin saber dónde estamos. Pero no hay nada que temer, ya que nuestro amigo Pedro, un plátano parlante volador, está ahí para echarnos una mano... o una pistola con la que quitarse asesinos de en medio.

Vamos a empezar por lo más negativo del título: el control. De un juego centrado en dar tiros mientras saltamos, damos volteretas y demás, cabría esperar un control pulido y ágil, que no requiera combinaciones extrañas ni resulte incómodo. Como habréis deducido, en este caso no es así. El control con teclado y ratón (que por extraño que resulte, es la mejor opción) ya cuesta no verle lagunas (es cierto que se puede configurar, pero cuando tienes que cambiarlo prácticamente todo, es que algo no cuadra), pero en Switch es directamente ridículo; joysticks para movernos y apuntar, saltar con la A, para entrar en tiempo bala hay que pulsar el joystick de movimiento, patada con la X, para esquivar el botón L... y la guinda: para apuntar a ambos lados tienes que usar un gatillo para empezar a disparar, darle al otro para apuntar al otro lado y seguidamente darle de nuevo al de disparar. Además, el personaje tiene serios problemas psicomotrices. Una maravilla.

¡No me mires así, Pedro! ¡Sabes que tengo razón!

Y la IA tampoco ayuda a mejorar el conjunto: jugando en normal, lo mismo te toca un tío con vista de águila que te dispara desde da desde la otra punta de la siguiente habitación, que un lumbreras que no es capaz de acertarte a medio metro. En difícil la IA mejora, de hecho es bastante puñetera y, si sumamos el espléndido control de Switch tendremos más de una complicación.
Es como si todo lo que veíamos en los tráileres y vídeos promocionales se hubiera ido por el desagüe. Hablando de lo cual, olvidaos de gozarlo haciendo rebotar balas en sartenes, señales y placas de hierro: las ocasiones para hacerlo son contadísimas y muy preparadas, todas están por estar. Hay cero libertad, lo haces porque toca, no porque quieras.

Y otra cosa, ¿de qué me sirve que me enfrentes a cinco tíos con metralletas como si aquello fuera el fin del mundo (en el caso de que toquen los que tienen graduada la vista), si puedo darle al botón de esquiva como un descosido y conseguir que NADA me toque? Es que parece que premien el ir con calma y esquivando, cuando el juego se supone que es justo lo contrario (de hecho, es un juego de puntuación, ergo ir con calma penaliza).

No todo es malo, ojo, ya que hay partes verdaderamente bien hechas, como el nivel final del acto 1, en el que tenemos una espectacular persecución en moto que ya le gustaría a Michael Bay o al tío de Miami Vice. Esas partes dan un gusto enorme, y nos recuerdan el porqué queríamos el título.

Salta, esquiva, dispara, da vueltas encima de una moto. ESTO SÍ

Gráficamente no está mal, y la banda sonora es un muy buen acompañamiento. El juego, además, te ofrece la posibilidad de guardar y compartir (la que él considera, sin criterio alguno) tu mejor jugada de la pantalla en forma de gif, aunque rara vez será la más espectacular.


¿Es My Friend Pedro un mal juego? Tal vez no. Tal vez esperábamos demasiado y nos hemos llevado un bofetón de realidad. Pero el control es objetivamente horrible, aunque en teclado y ratón resulte medio decente, los momentos de sobrada resultan tan forzados que casi que molestan, y la IA, al menos en normal, no tiene un punto medio.

Si eres capaz de pasar por alto todo eso, puedes pasar un rato majo, jugosa rebajita de precio mediante. Por ello concluimos que lo que está mal, definitivamente, es el precio: si costase la mitad, seguramente lo recomendaríamos.

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