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[Análisis] Tooth and Tail

Lo diré ya, y así me lo quito de encima: no soy muy de juegos de estrategia, tipo Imperium y similares. No tengo mucho tiempo para jugar, por lo que lo empleo en juegos que permitan dejarlos durante x tiempo y volver a ellos sin muchos problemas. Bueno, eso, y que soy un absoluto negado en lo referente a gestión de tropas. Así que mi acercamiento a este Tooth and Tail (que tenía hacía meses en Steam, y fue el plato fuerte del bundle de estrategia de las últimas semanas) fue con cierto escepticismo. Y ahora, tras horas de juego (aún me queda un poco para terminarlo), debo decir que es una pasada de juego.


Los animales se han acostumbrado a comer carne (salvo los cerdos, considerados subespecie y, por tanto, comida basura o moneda de cambio); durante años se ha mantenido el equilibrio, pero cuando el hijo de Bellafide, líder de los Casacas, es despedazado y devorado por la muchedumbre por orden de los Civilizados, se desata un conflicto sin precedentes en el que sólo habrá vencedores... y barbacoa a la luz de la luna.

Y ése es uno de los puntos que más llama la atención de este Tooth and Tail: una estética propia de una fábula (animales antropomorfos viviendo en sociedad), y una historia malrollera como pocas; no sólo por el tema de comerse unos a otros, sino porque ninguno de los bandos es trigo limpio: los Casacas de Bellafide quieren imponer un régimen capitalista y que el gobierno elija quién será la cena; los Comuneros de Hopper, un estado democrático donde el menú se elige mediante referéndum; el KSR de la Intendente sólo busca devolver el orden; y los Civilizados de Arquímedes, mantener el statu quo (como para no: la lotería que dictaminaba quién era la cena de esa noche la llevaban ellos, y nunca salía un civilizado...).

Llamadme especista si queréis, pero me da que la paloma va a tener difícil comerse un muslo de jabalí, ¿eh?

La historia se nos cuenta a través de tres frentes: cinemáticas entre fases (pocas), en las fases entre niveles (podremos recorrer la base de la facción en juego y hablar con ciertos personajes), y en cada pantalla de la campaña (sobre todo en el texto introductorio a cada una). Hay que decir que en la campaña no podremos elegir unidades, sino que se nos asignarán automáticamente, y sólo al superar ciertas misiones (y desbloquear las unidades asociadas a ellas), podremos personalizar nuestro ejército.

El objetivo principal en cada misión será, evidentemente, acabar con las bases enemigas (que suena fácil, pero la IA va a degüello y no te da margen para el error); para ello, deberemos crear la(s) nuestra(s), construyendo granjas de cerdos, nuestra fuente de ingresos, alrededor del molino de rigor (empezaremos con uno, pero podremos hacernos con más si así lo queremos, comunicándolos todos entre sí con túneles que harán las veces de viaje rápido). Con ellas podremos construir nidos de ametralladoras, granjas de apoyo (todas las granjas, pasado un tiempo, dejan de ser productivas), o madrigueras para nuestros soldados (a mayor poder, mayor coste). ¿Qué podemos encontrar? Pues desde ardillas borrachas con pistolas y sapos bomba, hasta jabalíes con lanzallamas, pasando por hurones con morteros a la espalda o mofetas expertas en armas químicas. La típica fauna campestre, vaya.

Aparte de ese objetivo principal, tendremos uno heroico (y opcional), y con ese nombre, ya queda claro que no será fácil: reclamar todos los molinos de la zona, acabar con todas las construcciones enemigas, objetivos contrarreloj, etcétera. Es posible hacerlo todo en una sola vez, pero las restricciones de unidades que comentaba antes harán que sea más complicado de lo que ya es. Y por si eso fuera poco, el mapa se genera de forma procedural, lo cual tiene sus pros y sus contras: por un lado, esa aleatoriedad te obliga a estar siempre atento y a adaptar tu estrategia continuamente; por otro, puede tocarte un mapa en el que el enemigo te aparezca en la cara y adiós muy buenas, obligándote a recargar nivel hasta que toque uno que no suponga convertirte en solomillo Wellington.

Búhos vomitando ratones semidigeridos para matar a un cerdo con pistola. Yo digo SÍ

Además del desafiante modo campaña, el juego viene con multijugador, tanto a pantalla partida como online. Partidas uno contra uno, dos contra dos o todos contra todos, en partidas de entre diez y quince minutos donde demostrar todo lo aprendido durante las seis-ocho horas de la historia... o eso te crees tú, porque hay gente ahí fuera con un dominio de estas cosas que asusta. Asusta mucho.

El control es excelente y, por raro que pueda sonar, es recomendable jugarlo con mando. '¿Estrategia con mando? ¿Estamos locos'. Sí, yo también lo pensé, pero resulta que es la opción correcta. El pixel art es una maravilla, así como los dibujos de los personajes, que podremos ver al seleccionar unidades (a mí me tiene loco el lagarto ruso alabardero); y en lo referente a banda sonora, es un diez como una casa.


Como decía al principio, la estrategia y yo no nos llevamos especialmente bien; para aquéllos a los que les pase lo mismo y aun así quieran probar, éste es un juego idóneo para ello. Y para los que seáis amigos del género, también.

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