Sigo tirando de catálogo de Twitch Prime para rellenar los ratillos libres que me quedan entre juego y juego (en este caso, entre Dark Souls y Dark Souls II), que, como he dicho en otras ocasiones, no es nada desdeñable. Tenía varios compitiendo por mi atención, pero el que se ha llevado el gato al agua en esta ocasión ha sido Snake Pass, un juego que me intrigaba desde hace ya un tiempo. ¿Un plataformas en el que manejamos a un ser que repta? ¿Qué locura es esa?
Efectivamente, Snake Pass es un plataformas muy atípico, pero es un plataformas al fin y al cabo. En concreto, uno en 3D en el cual la verticalidad juega un papel importante, lo cual hace aún más difícil de creer que esté protagonizado por una serpiente, Noodle, que, como todas las serpientes de cualquier mundo digital o no, no puede saltar. Cierto es que nos acompaña un pájaro, Doodle, pero su única función es sujetarnos la colita cuando se lo solicitemos, literalmente hablando. En las pantallas de carga se nos contarán detalles curiosos sobre Noodle, como por ejemplo que es vegano, en un estilo muy J.K. Rowling.
Cierto es que también se lo define como un juego de puzles, pero dichos puzles consisten en cómo llegar de un punto a otro o cómo alcanzar una moneda o un orbe. El objetivo en cada nivel es coger las tres piedras con las que abrir el portal al final del mismo, lo cual es un objetivo bastante poco ambicioso para marcarnos. Coger esas gemas nos obligará a pasar por la mayoría de puntos peligrosos del escenario, pero no nos hace arriesgarnos como lo tendríamos que hacer si quisiéramos coger todos los coleccionables. De estos tendremos dos tipos: unos orbes azules, numerosos y no demasiado escondidos, y cinco monedas de oro que están situadas en escondites, sitios de peligroso acceso y precipicios varios.
Por tanto, la mayor diversión en Snake Pass está en conseguir todos los elementos de cada nivel, ni más ni menos. Existen también otros modos de juego, como una contrarreloj y un modo arcade, pero personalmente los he encontrado bastante menos entretenidos (también es cierto que no soy muy dado a estos modos “secundarios”).
¿Cómo hacemos eso? Reptando, ni más ni menos. Avanzar en suelo plano nos obliga a zigzaguear para movernos más rápido. Llegar a lugares elevados requiere que nos enrosquemos en palos y asideros. Y cruzar pequeños puentes implica mantener un precario equilibrio entre la cabeza y la cola. Evidentemente los niveles se irán complicando cada vez más, incluyendo elementos acuáticos, pinchos, fuego y plataformas móviles que complicarán mucho asirse a algo. Además, existen palancas y mecanismos varios que dan un pequeño toque de puzles a varios escenarios.
La complicación de todo no está ya sólo en ser una serpiente, sino en movernos como una serpiente. Claramente, uno no está acostumbrado a deslizarse, enroscarse o controlar que no nos vamos al carajo porque la cabeza nos pesa más de lo que nuestro cuerpo viscoso puede aguantar sin escurrirse del poste. Los primeros niveles del juego me parecieron bastante malos a cuenta del control, hasta que entendí que no sólo era cuestión de acostumbrarme, sino que había algo que fallaba estrepitosamente: la cámara. No hay forma de manejarla bien (de hecho, ni tan siquiera he conseguido ajustar su sensibilidad, lo cual ha sido mi mayor quebradero de cabeza en todo el juego), lo cual provoca que en muchos casos algo tan simple como enroscarse en un poste para trepar acabe con nuestra serpiente en el barranco. Y ese control “deficiente” es un error difícil de entender (y también de solucionar, probablemente) en un juego que en todo lo demás es prácticamente perfecto, dando lugar a que no sean pocos los jugadores que opinen que Snake Pass “esta guapo hasta que te dan ganas de hinchar a patadas a la ♥♥♥♥♥♥ serpiente de los cojones”.
Es además un juego que vale tanto para niños (no muy pequeños) como para adultos. El aspecto gráfico lo acerca más a la típica aventura infantil de animales expresivos e inmortales (nada de sangre ni cosas malas; si nos caemos, pinchamos o quemamos, reaparecemos en el último punto de salvado y punto), arbolitos, totems y elementos decorativos varios, todos bastante simples para no distraernos de lo importante. De hecho, aunque es posible alcanzar casi todos los puntos del escenario, en raras ocasiones los coleccionables se sitúan en estas partes decorativas; lo importante es el nivel en sí. Además, la musiquita tropical alegre va evolucionando a canciones más tensas en los últimos escenarios, más difíciles y con una ambientación un poco más oscura.
Snake Pass es el plataformas más original que he jugado. Las limitaciones del protagonista lo convierten parcialmente en un juego de puzles, dándole al mismo tiempo una falta de ritmo que puede echar para atrás a quienes vayan buscando algo más animado. Hacerse al control no lleva tanto tiempo como parece, pero efectivamente es el punto más delicado de Snake Pass. Sin embargo, esto no debería ser razón para que nadie deje de jugarlo: si le pillas el punto acabas pidiendo a gritos más niveles y más complicados.
Comentarios
Publicar un comentario