'Ya era hora', estaréis pensando. Pues sí, lo reconozco. Hace ya un tiempo que lo acabé y tenía casi todo ya listo en mi mente, amén de un montón de vídeos organizados para hacer un video-resumen en cuanto podamos. Lo que ocurre es que, una vez más, queríamos hacer “la del partner”: esperar a que Nintendo hablara de Bayonetta 3 y aprovechar el tirón del TT de Bayonetta. Cómo sospechar que sólo veríamos a la brujita en media hora de Smash Bros.
En fin, que me voy por las ramas. Mi análisis de Bayonetta es más concretamente el de su versión de Switch (así que olvidaos de los 4k que pone el trailer de arriba), aquel juego que acompañaba como código de descarga a Bayonetta 2, y que en mi caso vino de la mano de un mando Pro, el cual considero indispensable para este tipo de juegos. ¿Por qué? Porque un juego de estas características requiere un buen mando, y haciendo un pequeño spoiler de lo que será un futurible análisis del mando, el Pro Controller lo es.
Bayonetta es, a nivel jugable, un machacabotones. Hack and slash a tope, con decenas de combos, armas, y todo tan bien hecho y coordinado que es un auténtico gustazo jugarlo. Enemigos a montones, jefes enormes y muy numerosos, y la posibilidad de jugarlo fácilmente pero tener que ponerse las pilas para manejarlo a la perfección.
Durante el juego controlaremos a Bayonetta, una bruja bastante alejada de lo que normalmente entendemos como bruja. La última en pie de un grupo conocido como “Las Brujas de Umbra”, que de igual manera que sus rivales, “Los Sabios de Lumen”, custodiaban unas poderosas reliquias, los “Ojos del Mundo”. El caso es que después de un encierro de varios siglos, Bayonetta se encuentra en la época actual sin recuerdos y zurrándose con todo ser divino que se encuentra por el camino.
La guerra viene a ser la clásica: el bien contra el mal, el cielo contra el infierno. Sólo que aquí no está tan claro quiénes son los buenos. Y si bien los Sabios de Lumen comulgan con la doctrina celestial, las brujas lo hacen con los demonios. En concreto, Bayonetta es capaz de invocar varias de estas bestias usando portales y… su pelo. El pelo (más bien pelazo) de Bayonetta es una de sus principales herramientas, ya que lo maneja y le da forma a placer. Tal es así que su propias vestimentas con apariencia de cuero son su propio bello (es más erótico de lo que suena).
En cuanto a los portales, son la forma de pasar de un mundo a otro. Digamos que Bayonetta se mueve por un limbo en el que puede ver a los seres divinos que la persiguen, y que permanecen ocultos a los ojos de la gente corriente, como es el caso de un intrépido joven llamado Luca que persigue a nuestra bruja por la ciudad de Vigrid en busca de respuestas. También hay portales que nos conducen a un mundo de entrenamiento (bastante fastidiado, por cierto) o al propio cielo, amén de los portales que se crean momentáneamente durante los combates: una pierna gigante que surge del aire, una cabeza de demonio que sale de la tierra…
La jugabilidad en los combates es precisamente el mayor atractivo de Bayonetta (el juego, Bayonetta personaje tiene otros muchos atractivos). Para todos los amantes de este género, decir que el control es básicamente perfecto. No sólo es muy rápido y preciso, sino que permite profundizar en él tanto como uno quiera, anima a hacerlo constantemente, y tiene una serie de puntos que lo hacen espectacularmente fluido. Como anécdota que sirve de comparación, después de la saga Bayonetta me dio por jugar God of War 3, que estaba en mi lista de pendientes, y se me hizo un auténtico sufrimiento.
La mayor seña de identidad del combate es el tiempo bruja. Cuando los enemigos nos atacan, si esquivamos en el momento preciso (lo cual se hace con un gatillo del mando, haciendo que no tengamos que separar los demás dedos de los botones de dar golpes) todo comenzará a transcurrir a cámara lenta durante unos instantes, por lo que podemos aprovechar para continuar los combos más elaborados o desahogarnos a gusto con ciertas criaturas. También podemos acumular puntos de poder para hacer ataques especiales y torturas, unos movimientos en que nuestros enemigos sufrirán de lo lindo.
Además de todos los combos que podemos hacer de inicio, surgen variantes en función de las armas que tengamos equipadas. Lo básico son pistolas, tanto en tacones (sí, en los zapatos) como en las manos, pero también podemos desbloquear otra serie de ellas con discos celestiales que se encuentran escondidos en los niveles, y que nuestro demoníaco proveedor, Rodin, usa como moneda de cambio junto con los halos de los ángeles que masacremos. Podemos dejar equipadas dos configuraciones de armas en el menú, y cambiar rápidamente de una a otra con un botón. A esto hay que añadir que ciertos enemigos también dejan caer sus herramientas en el combate, aunque estas se rompen al cabo de unos usos.
Si pelearse con ángeles, y hay una buena variedad de ellos, es un auténtico gustazo, los ataques finales son la guinda perfecta. Bayonetta aprovecha para sacar todo su arte y sus contoneos para traer a monstruosas criaturas o para ejecutar sus mejores bailes, y con un breve Quick Time Event terminará por condenar a las criaturas divinas.
Sé que se me olvidan muchas cosas que contar acerca del combate, pero es muy difícil tratar todos los puntos. No he dicho nada de los niveles en los que tenemos que montar en moto, o en avión, o en un misil; ni de que podemos transformarnos en ciertos animales; o de las fabulosas cinemáticas que mezclan animación con fotografías con cortinilla de fotogramas... ¡Hay tanto que decir!
Porque además cada pelea es diferente, pero desde zurrarnos con decenas de querubines a un enorme arcángel, o combatir con nuestra “enemiga íntima”, Jeanne, todas son dignas de ver, a su manera. Siempre vamos a darlo todo, porque Bayonetta, con su chulería y su erotismo, no merecen menos. Nos sentimos mal cada vez que alguien llega a tocarla, porque no es realista con la presentación que se nos hace del personaje.
Porque además cada pelea es diferente, pero desde zurrarnos con decenas de querubines a un enorme arcángel, o combatir con nuestra “enemiga íntima”, Jeanne, todas son dignas de ver, a su manera. Siempre vamos a darlo todo, porque Bayonetta, con su chulería y su erotismo, no merecen menos. Nos sentimos mal cada vez que alguien llega a tocarla, porque no es realista con la presentación que se nos hace del personaje.
Aquí es donde estuvo mi mayor problema con la primera entrega: morí cientos de veces. Justas, en su mayor parte, todo sea dicho, pero en algunos casos te sacan de la partida. Porque en ocasiones, caerte por el abismo supone morir directamente (sólo en algunos casos, curiosamente), y entre salto y salto pasa más de una vez. En otros, fallar un botón o tocar lo que no debes, también te llevan al mismo camino. Y la muerte se tiene en cuenta al final del nivel, por lo que incluso consiguiendo platino puro en los combates, si hemos muerto varias veces tendremos trofeo de piedra.
¿Es una gran pega? En absoluto. De hecho, te anima a jugarlo una segunda o tercera vez. Recoger los coleccionables perdidos, comprar los combos y objetos en la tienda, y luchar los combates y pruebas que nos hayamos pasado. Pero si molestan en ocasiones las “muertes tontas”. Bayonetta nunca lo haría.
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